“Violencia cerca del Deporte. Pandillas y patotas barriales al acecho”
Hoy elegí compartirla con muy pocos retoques con nuestros lectores, ya que habiendo pasado casi cinco años tiene una enorme vigencia, seguramente cuando la lean me darán la razón.
En los últimos años en forma recurrente, en Uruguay se estuvo discutiendo sobre la “Violencia en el Deporte”, dicho así, parece que son los deportistas, no es así, es otro fenómeno, mucho más complejo. Fenómeno este, que no se resuelve con miradas lineales, concretas, pobres o parciales, que han logrado agravar la realidad, ubicándonos en punto casi sin retorno. Digo casi, porque soy de los que siempre piensa en positivo, solo por eso.
Es público y notorio que en el actual estado de situación no son las “barras bravas”, sino son las “pandillas o patotas” claramente identificadas con algunos clubes deportivos fundamentalmente cuadros de fútbol y del básquetbol quienes violentan en los entornos del Deporte. Ahora bien, no basta con atribuirles una denominación, sino ver que no son grupos que canalizan su agresividad excedente con cánticos saludables en los estadios o generando propuestas creativas, sino todo lo contrario. Son personas que en ese contexto ejercen casi impunemente un comportamiento violento, que en forma deliberada provocan daños físicos o psicológicos poniendo el valor vida, muy por debajo del valor que le dan a la pertenencia de un determinado grupo. Por lo que tanto a nivel grupal o individual ejercen violencia que no debe asociarse únicamente, con la agresión física, ya que también puede ser psicológica o emocional, a través de amenazas u ofensas.
Desde lo que puede parecer leve como es un cántico ofensivo a algo tan grave como una muerte, siempre son hechos intencionales, que tienen una dirección con designio criminal hacia una persona o cosa que casi seguro se configurará un hecho delictivo.
Es aquí donde debemos cuestionarnos que simplemente por participar en un espectáculo deportivo podemos ser víctimas de criminales que ya han copado y delimitado territorios en nuestras ciudades, líneas de empresas de ómnibus que jamás serían usadas por sus “rivales”. Muerte, miedo y dolor se han ido instalando socialmente, transformando la dinámica de relacionamiento con este tipo de organizaciones, que se agrupan alrededor de una cabeza que lidera, pueden además atacar otros iconos sociales como los que representan la cultura, pueden tener una identificación en la forma de vestir o un tipo de tatuajes, un estilo de comunicación especifico.
Es por ello que hablar o intentar resolver el fenómeno de la violencia convergente en el deporte, partiendo de una premisa errónea como es pretender erradicar la Violencia en el Deporte, debilita cualquier intento de solución. El Deporte no es violento, lo son algunos de los integrantes que participan de lo que denominaré Comunidad Deportiva. A mi criterio, lo más grave son las nuevas organizaciones emergentes, como lo pueden ser las pandillas o patotas barriales, barras bravas que convergen en el Deporte y sus vasos comunicantes son intrincados.
Son parte de la Comunidad Deportiva tanto dentro del espectáculo como fuera del mismo, aquellos que tienen responsabilidades directas y aquellos que están llamados a entender activamente y a veces no se oye su voz, estos últimos deben salir de su silencio y participar en generar soluciones. Una Comunidad Deportiva es un conjunto de personas e instituciones públicas y privadas que están vinculadas al Deporte ya sea en la función específica o bien desde su constante aporte integral a la vida y desarrollo de los distintos Deportes.
Muchos servicios no logran trabajar integralmente y no perciben que emergen nuevos fenómenos para abordar desde sus distintas responsabilidades y que se podrían haber detectado y estudiado oportunamente para generar respuestas adecuadas. Es decir que aún no pareciendo estar vinculados con la Seguridad Pública, tienen directa e irremediable vinculación.
A modo de ejemplo identifiquemos algunos y notaremos que varios actores aunque parecen tener más relación directa que otros, aunque no menos importante; las distintas federaciones y sus clubes, atletas, jueces, espectadores, servicios de seguridad (públicos y privados), medios de comunicación, Junta Nacional de Drogas, Universidad de la República, Ministerio de Salud Pública, Ministerio de Desarrollo Social, Congreso de Intendentes, Intendencias Departamentales, Sistema Educativo público y privado, Instituto de la Niñez y la Adolescencia, Organizaciones no Gubernamentales, Servicios de Reclusión Carcelaria, entre otros.
Es por ello que la ausencia de propuestas interinstitucionales e interdisciplinarias afecta la resolución del problema, porque los grupos violentos se han instalado más allá de un espectáculo deportivo. Ahora bien sin importar su filosofía o ideología, estos aspectos convergen colisionando contra el deporte y su contexto. Para generar respuestas integrales la Comunidad Deportiva debe entender y proponer nuevos códigos para atacar la realidad de “organizaciones” que a muchos les cuesta definir, les cuesta asumir que son pandillas, patotas barriales, barras bravas- germen autóctono de una suerte de maras-. Esta nueva realidad social que parecía ajena para nosotros, hoy son parte de nuestra realidad cotidiana y también parecería que impactan en los espectáculos deportivos.
Todos sabemos de la existencia de un sin número de muertes, que aun le duelen a nuestra sociedad a mano de las tristemente celebres pandillas urbanas. Las mismas tienen una inserción inimaginable y nos asustaría mucho más saber como se desarrollan (delimitación de territorio, vestimenta identificatoria, códigos comunicacionales, drogas, delito, quizás iniciaciones criminales), “grafiteadas delimitantes, etc. Es entonces que para intervenir en forma acorde, es necesario conocer profesionalmente y en forma efectiva mitos, prejuicios y creencias, respecto a su alcance y desarrollo.
Como lo venimos diciendo desde hace más de una década con el amigo Sociólogo Leonardo Mendiondo, y en criollo “nadie nos dio Pelota”
Por todo ello es necesario reflexionar que si todo ha cambiado tanto, las autoridades públicas nos piden que no ostentemos nuestras banderas, o no usemos una camiseta, las que deben simbolizar la más sana pasión. Nos preguntamos ¿Por qué?, dicen que hay quienes se podrían sentir provocados, y es obvio que uno no tiene voluntad de ello y no depende de nosotros.
Expresar mi pensamiento en libertad y no tener miedo de ello en cualquier espectáculo deportivo, o caminando por una calle exteriorizando mi sentir a desde un signo que me identifica es parte de mi libertad, también es ejercicio de ciudadanía y democracia, hoy cercenado por la falta de acciones duraderas. Cada cual se ponga el sayo.
Asimismo debemos saber que hay quienes impunemente, parece que mediante la violencia de apropiaron zonas, delimitándolas con “grafiteadas”, recorridos de ómnibus etc. Y también de nuestros símbolos, los usan como si fueran de guerra y menoscaban nuestra libertad y pueden llegar a afectar nuestra integridad física, incluso quitarnos la vida.
Que la pasión sana que genera un sentimiento de amor hacia el deporte no se pierda por la falta de respuestas integrales. Antón Pirulero que cada cual haga bien su juego y cumpla con el rol que tiene asignado para proteger a la población
La violencia está organizada son pandillas y patotas barriales que están al acecho, y lastiman nuestras tradiciones. Entre otras la pasión por el Deporte.
Creo que estamos de acuerdo que significa un problema, nada nos es ajeno hagamos cada uno desde su posición algo para desactivar ese mal; sin olvidarnos que algunos actores sociales deben hacer un poco más.
Comisario Mayor ( R ), Lic. en Seguridad Publica y Psicólogo
Psicologo, Bacharel en Segurança Pública, Crio. Mayor (R)
Perito Judicial e Asesor privado.