Los daños ambientales interfieren en el disfrute de los derechos humanos
Fue un martes 13 de abril de 1971 en horas de la madrugada, cuando el navío de bandera brasileña llamado “Taquarí” quedaba escorado sobre la Piedra Negra, del grupo de Islas de Torres, frente a Cabo Polonio (costa oceánica de Rocha), y allí perecía encallado para siempre con su carga de 222 toneladas de sustancias petroquímicas.
Hasta el momento no sabemos qué daños pudo haber ocasionada a la flora y fauna de la región -si es que lo causó-, o si tuvo algo que ver o no con el lamentable episodio calificado como “marea roja” en abril de 1978 por los gobiernos dictatoriales de la época en la región.
Lo cierto es que el mismo desinterés por analizar e investigar que se vivió hace medio siglo, es el que predomina hoy día en gran parte de la sociedad, cuando en realidad nadie tiene la menor idea de lo que eso podría significar para la vida humana y la actividad económica de la región si eso se derramara.
Ante todas esas dudas, fue que decidimos hace casi ocho años ir tras más información, documentación y testimonios que pudieran arrojar más luz al tema; y si bien resulta imposible develar una verdad absoluta, creemos haber arribado a algunas conclusiones más claras que ayudarán a los interesados en el tema a comprender y analizar mejor la sucesión de eventos que podrían haber ocasionado el lamentable episodio que causó la muerte a miles de mariscos, pero que extrañamente y de manera inexplicable hasta hoy, también llevó a la muerte a caballos, perros y gatos que habitaban en la costa.
En la época no se dudó en señalar al “Taquarí” como responsable de los males; sin embargo, casi nada se dijo del otro navío brasileño llamado “Itapagé”, que un año y poco antes había intentado ingresar al Puerto de Santos con 300 toneladas de productos agroquímicos altamente peligrosos y prohibidos en Brasil, y al que le fue negado echar amarras por el riesgo que representaba para el medio ambiente local, ya que gran parte de su carga se había derramado en las bodegas por la ruptura de los barriles a causa de una tormenta sufrida frente a la costa de Portugal, luego de haber partido de Hamburgo con dirección a Buenos Aires.
Toda la carga derramada, así como los barriles -que habían sido envueltos en nylon cuando se había ordenado verterlo al mar allá en el Atlántico Norte, a lo que con muy buen tino el Capitán Jorge Tavares se negó-, fueron derramados en alta mar, sobre aguas internacionales, por indicación de la Capitanía de los Puertos de Brasil, pudiendo perfectamente haber ocasionado el desastre que sufriera toda la costa gaúcha y parte de la uruguaya.
No está de más decir que prácticas semejantes, irresponsables y agresivas con el bioma marino, eran llevadas a cabo en forma rutinaria y tradicional en esas épocas por parte de grandes potencias económicas del mundo; por ejemplo, Francia realizaba experimentos atómicos en sus islas del Pacífico, y Finlandia había sido atrapada intentando arrojar en el Atlántico Sur 700 toneladas de Arsénico cargados en el navío “Enskeri” (producto del descarte industrial), hecho que no se consumó gracias a la rápida y contundente acción diplomática de Brasil, Argentina y Uruguay ante la OEA y ONU.
Varias fueron las hipótesis de lo que podría haber ocurrido en abril de 1978: se argumentó que era un evento natural pasajero, pero esto no fue así y el episodio de fuerte olor venido del mar se reiteró periódicamente luego de aquel fatídico 1° de abril. Se sugirió que la contaminación podía haberse ocasionado en la ruptura de un bolsón de gas, que Petrobras exploraba en la región, pero esto fue negado por los técnicos que visitaron la planta; otra hipótesis era que sólo sería el efecto de las abundantes lluvias y el arrastre producido en las zonas agrícolas, llevando consigo restos de sustancias agroquímicas intensamente usadas en la época. Se planteó asimismo que algún navío de paso por la región recientemente podría haber dejado caer o tirado parte de alguna carga extraña, sin embargo eso fue imposible ratificar; pero tampoco es posible confirmar hasta hoy la teoría oficialmente difundida acerca de que se tratase de “marea roja”, ya que nunca más murieron animales domésticos habitantes de la zona costera, sin mencionar que, tal como lo afirma la Dra. Ana Martínez del Ministerio de Ganadería y Pesca del Uruguay, los dinoflagelados que habitan la región no son tóxicos.
Las causas y las consecuencias verdaderas de todo lo que ocurría en la época, no sólo era ocultadas y los medios de comunicación desinformaban a la población por intereses políticos de los gobiernos de los Estados, sino que había otros intereses empresariales que también poseían gran fuerza en las sombras; tal es así que uno de los principales militares vinculados al gobierno brasileño fue presidente por más de una década de la subsidiaria local de Dow Química, empresa consignataria de la carga del navío “Taquarí”, llegando a ser conocido como el “General Dow”. Sin mencionar que la propiedad de los dos navíos brasileños pertenecía al Lloyd Brasileiro, una sociedad publico-privada que actuaba en el mercado de fletes marítimos con todo el respaldo estatal.
Todo ello y mucho más podrá ser leído, entendido y analizado en breve con el lanzamiento del libro ”UN DESASTRE AMBIENTAL, naufragio del Taquarí”, el cual ha sido elaborado para una lectura simple con explicaciones técnicas y ubicación histórica que ayudará al lector a situarse en la época y momento, y comprender que todas las acciones humanas tienen consecuencias, inmediatas o distantes, pero hasta que no sepamos a conciencia qué hay debajo de nuestros mares y qué puede causar, andaremos irresponsablemente a ciegas, descartando la basura en el mar y padeciendo los males que ello ocasiona, como pérdida de pesca, contaminación visual, acidificación y calentamiento del agua, sin poder evitar ni predecir cuál será el impacto ambiental.
No basta que exista un creciente movimiento hacia la consolidación de la conciencia sobre la importancia del respeto, la protección y la reparación de los daños impuestos a los derechos humanos, si no se sobreentiende que los seres humanos son parte de la naturaleza, y nuestros derechos humanos están interrelacionados con el entorno en que vivimos. Los daños ambientales interfieren en el disfrute de los derechos humanos, y el ejercicio de esos derechos contribuye a proteger el medio ambiente y promover el desarrollo sostenible.
Produtor e documentalista, investigador, escritor, jornalista e amigo da natureza.