REDUCCIONES JESUITICAS: SU PRESENCIA EN EL NORTE URUGUAYO-2° Parte

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Primeros modos de producción y comercialización

entre las Misiones y las dos Coronas

Las Reducciones jesuíticas o Misiones, como adelantábamos en la publicación anterior, eran poblados conformados en torno a las Capillas monásticas que contaban con estancias o grandes extensiones de campo, donde producían y de donde extraían su principal fuente de alimento y trueque por otras mercancías, los Monjes y los indígenas “reducidos”, civilizados o normalizados.

El ganado vacuno criado, seguido del equino, los ovinos, burros y mulas, además de las extensas plantaciones de yerba mate –otro de los productos vitales de su economía-, conformaban su principal valor, así como las frutas naturales que la región ofrecía, y las hortalizas que el trabajo de la tierra les proveía.

Durante el período jesuita no se usaba moneda como forma de pago por la comercialización de esos bienes, solo el trueque, ya en el período pos-jesuita sí -aún después de la expulsión de los mismos-, los indígenas siguieron administrando las estancias hasta entrado el siglo XIX, transformándose, dichos puestos, en el futuro en pequeños poblados de la campaña Oriental.

La primeras construcciones

Algunos indicativos encontrados en la región, demuestran que esos lugares fueron habitados por varias generaciones –incluso durante el Siglo XIX-, ya que se constató que además de los pisos habitacionales más modernos, debajo estarían las bases del puesto de Santa Ana de Yapeyú, segundo asentamiento en la región.

Esto lo podemos asegurar gracias a los hallazgos realizados en 2013, con materiales que datan de los siglos XVIII y casi todo el XIX, habitaciones ubicadas, gracias a la tradición oral de las familias de la zona, se pudo saber que allí habitaron el lugar otros pobladores incluso hasta entrado el Siglo XX.

Para protegerse de los portugueses que invadían las Misiones para robarles el ganado, recién después de la segunda mitad del Siglo XVIII -y luego de que la Corona Española percibiera las riquezas que ellas administraban y el potencial comercial que ofrecían-, fueron autorizados a empuñar armas en su defensa de sus vidas y de la producción que ahora era de la Corona.

Adaptación necesaria

Esta transformación en la labor de las Reducciones, dejando de ser solamente de adoctrinamiento religioso, educación social y de oficios, también volvió a los aborígenes en un objetivo de reclutamiento como soldados para las batallas, incluso para construir fuertes de resistencia. Tal es el caso de la Ciudadela de Montevideo, los Fuertes de San Miguel de Santa Teresa, todos construidos con mano de obra guaraní-misionera.

Consta incluso que fueron enseñados a fabricar sus propias armas de forma casera, mosquetes y ballestas, imitando los que obtenían de los soldados formales, además de sus tradicionales armas de caza que se habían vuelto de defensa o ataque según fuera la situación, llegaron a fabricar cañones de bambú, que, aunque de un solo tiro, le propiciaban importante poder de fuego.

Incluso, podríamos afirmar que el origen del contrabando se da en esas mismas épocas, cuando se resuelve en el Tratado de Madrid (1750) la expulsión de los Jesuitas de las Misiones, los pocos Misioneros que restaron y los guaraníes que sobrevivieron a las masacres que ocurrían en las invasiones para cumplir con la permuta entre las coronas, se vieron obligados, por la necesidad a comercializar de manera informal con portugueses y españoles, señoríos y estancieros que se afincaban en el lugar, como forma de poder obtener una renta que les permitiera la sobrevivencia.

Comercialización

Prueba de ellos son las monedas portuguesas, luego brasileñas y españolas, de acuerdo a la época y la región, que se intercambiaban principalmente a cambio de cuero y charque, que era lo que ellos producían con más facilidad, en vista de la abundancia de ganado y la inmensidad de las pasturas.

Si bien en cada sitio el dinero escaseaba, había mucho dinero o poder adquisitivo entre los nuevos pobladores, los cuales compraban mucha losa inglesa fina que ha sido hallada, incluso aquí se constata un hecho interesante, ya que la losa que era traída de contrabando no tenía el sello del fabricante, la cual era muy variada según la fecha y su origen.

Es de significar que nada de todo lo expuesto puede ser constatado sin la presencia de equipos y personal técnico calificado científicamente, ya que sin el estudio adecuado de especialistas y sin el método de carbono 14, no se puede determinar las fechas exactas con absoluta precisión. Por otra parte, a pesar de haber entrado en contacto con catedráticos del área, estos no han han accedido a tomar nuestro trabajo con la seriedad con la que lo hemos realizado y hasta la fecha se han negado a reconocer el valor de estas investigaciones que hemos realizados como explorador autodidacta vaquiano en la región, llegando incluso a aludir a nuestros trabajos sin la debida mención.

Robert Daniel Almeida

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Guía de Natureza y Gestor Turístico Comunitario, Pesquisador independiente

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