Redescubriendo una Ballena considerada extinta en el Brasil… y cargando con las consecuencias
Era la última hora de la tarde en São Francisco do Sul, en la costa norte de Santa Catarina, y el pequeño grupo de estudiantes universitarios que había llegado en el Toyota Bandeirante desde Porto Alegre estaba muy cansado. Tras semanas de entrevistas a pescadores y reparto de folletos fotocopiados, quedaba por ver si los fantasmas que buscábamos existían realmente.
Al pasar por la playa de Ubatuba, un tronco flotante llamó la atención del equipo. Nos detuvimos. El tronco tomó aire, elevando al cielo una “V” de aire caliente condensado en vapor. Poco después, un aliento más pequeño surgió a su lado. Fueron dos ballenas francas, madre y cría, las que aquel día de agosto de 1982 confirmaron el redescubrimiento de la población reproductora superviviente de la especie en Brasil, que se consideraba funcionalmente extinguida desde la década anterior, cuando se mató a la última ballena franca en Imbituba -de forma ilegal, ya que la especie estaba protegida por acuerdos internacionales desde 1937- para aprovechar su grasa en las curtidurías, dejando que el resto del cadáver se pudriera en la playa, en el método criminalmente despilfarrador que caracterizó a la caza de ballenas durante siglos.
El primer avión utilizado para monitorear las ballenas francas en el Brasil, en 1986, era del aeroclub de Novo Hamburgo, en Rio Grande do Sul.
Tuve el privilegio histórico de encabezar el grupo de voluntarios que realizó este descubrimiento, convocado en 1981 por uno de los mayores héroes de la conservación de la naturaleza en Brasil, el vicealmirante Ibsen de Gusmão Câmara, tristemente poco recordado en estos tiempos de mucha palabrería ambientalista y poca memoria. Habiendo asumido la presidencia de la Fundación Brasileña para la Conservación de la Naturaleza, el Almirante, como todos lo conocíamos, consiguió dos mil dólares del Centro Tinker para la Investigación Marina en América Latina, vinculado a la Universidad de Miami, para que pudiéramos iniciar la búsqueda de esa “ballena negra con manchas blancas en la cabeza” que los pescadores volvían a avistar frente a las costas de Santa Catarina.
Aceptando el desafío, yo y mis compañeros del curso (nunca terminado) de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Federal de Río Grande do Sul salimos todos los viernes por la noche de Porto Alegre hacia la costa de Santa Catarina, llevando los folletos producidos por el Almirante, formularios de entrevistas, una botella de vino Mosteiro común y un poco de salami italiano, para tratar de encontrar este animal en peligro crítico. Tardamos algo más de un año en ver esas primeras ballenas en São Francisco do Sul. Después de eso, nunca más logré dedicarme a un curso universitario; pasé las siguientes tres décadas dedicándome a la estructuración y administración del Proyecto de Investigación y Conservación de la Ballena Franca Austral en Brasil, o “Proyecto Ballena Franca”, como llegó a ser más conocido, y que logró salvar a esta especie, aún en peligro, de la extinción definitiva.
El Almirante Ibsen, mentor del Proyecto Ballena Franca, junto al autor.
A lo largo de los años, contando con pequeñas donaciones aquí y allá y luego con el apoyo regular de la International Wildlife Coalition, con sede en Estados Unidos, pero utilizando en gran medida los recursos de mi propia familia, logramos monitorear esta pequeña población de ballenas francas y determinar que su mayor área de concentración reproductiva, en invierno y primavera, estaba en la región entre Florianópolis y Laguna, con un número creciente de hembras y crías que utilizaban las bahías de Imbituba como su principal guardería. Allí establecimos una pequeña base estacional, con el apoyo de casas de huéspedes en Praia do Rosa, para continuar con la investigación de la especie y llevar a cabo un trabajo de concienciación en las comunidades y las autoridades locales y estatales sobre la presencia e importancia de esta especie en peligro crítico en nuestras aguas.
Desde principios de los años 90, se empezó a fomentar el turismo de observación de ballenas como alternativa económica a la explotación de las mismas, algo que, al principio, fue combatido y tratado como un “timo” por la prensa local, y que hoy es una de las principales actividades económicas de la temporada baja en la región -aunque el turismo en barco esté hoy irracional e innecesariamente prohibido por las autoridades incompetentes, bajo el aplauso de ecócratas que no entienden nada de ecología y conservación de las grandes ballenas. El éxito de la actividad no se hizo esperar y, en junio de 1995, a propuesta nuestra, el entonces gobernador de Santa Catarina, Paulo Afonso Vieira, decretó la ballena franca como Monumento Natural del Estado, como forma de resaltar su valor como patrimonio natural que empezaba a generar empleo e ingresos mediante su uso no extractivo.
Madre y ballenato recién nacido fotografiados próximo al Cabo de Santa Marta, en Laguna.
En el año 2000, con el apoyo decisivo del entonces ministro de Medio Ambiente, José Sarney Filho, y del gobernador Esperidião Amin, conseguimos crear el Área de Protección Ambiental de la Ballena Franca en la región, para proteger el principal hábitat de reproducción de la especie en Brasil. Ese mismo año, Petrobras se convirtió en patrocinador del Proyecto, permitiéndonos construir el Centro Nacional de Conservación de la Ballena Franca en Itapirubá, que serviría de base para las acciones de investigación, educación y conservación.
Todo este trabajo, cuya complejidad es difícil de reflejar en estas pocas líneas, generó -como es habitual en este país donde tantas veces triunfan los sinvergüenzas- mucha resistencia, envidia y enfado de los poderosos. Principalmente molestó el hecho de que el Proyecto Ballena Franca y sus dirigentes no se privaran de criticar los abusos y fraudes contra la Naturaleza en Santa Catarina, que van desde la continua devastación de la Mata Atlántica hasta la propuesta de ampliación del puerto de Imbituba sin las necesarias salvaguardas para las ballenas que se concentran en sus alrededores.
Ya en la década de 2000, comenzaron los intentos de derrocar la obra y silenciar el Proyecto. Un Fiscal que amaba el protagonismo decidió ir a la prensa y mentir que los recursos asignados por Petrobras fueron malversados (incluso ante los reiterados desmentidos de la empresa y la entrega de todos los informes y pruebas apropiadas de la correcta aplicación de los recursos), y tuvo el valor de abrir un caso basado en esta mentira, del cual fuimos total y definitivamente absueltos por el Tribunal Regional Federal sólo muchos años después – pero no antes de que este individuo hubiera logrado suspender la transferencia de recursos al Proyecto, obstaculizando el trabajo de conservación de las ballenas. Peor aún: sin que yo lo supiera, parte de mi equipo estaba siendo cooptado por la trama de encubrimiento, y tramando mi despido del Proyecto, Como me negué a marcharme “definitivamente”, fui atacado y asaltado por un pistolero en mi piso delante de mis hijas pequeñas, y sólo no fui asesinado por esta gente porque el gran periodista Marcos Sá Corrêa, que entonces escribía para el periódico O Estado de São Paulo y el sitio web O Eco, hizo un gran escándalo nacional.
Imagen de la caza de ballenas en Imbituba fueron registradas en la década de 1950.
No me quedé callado. Sigo trabajando por la conservación de las ballenas y el medio ambiente marino, afortunadamente hoy rodeado de gente mucho más adecuada. A pesar de que el Proyecto Ballena Franca fue destruido y sustituido por una entidad “mansa” que pretende continuar con nuestro trabajo, las ballenas francas siguen recuperándose en número, y hoy en día entre agosto y septiembre se pueden ver nadando tranquilamente con sus crías en la cala de Ibiraquera prácticamente todos los días entre agosto y septiembre de cada año. La APA de la ballena franca, como todo lo que implica la burocracia gubernamental, deja mucho que desear en la protección de las ballenas, obstaculiza el turismo y deja que la pesca indiscriminada con redes se desenvuelva, justo en las zonas donde más se concentran las hembras con crías. Pero aun así siguen prosperando. Verlas reaparecer cada invierno frente a las costas de Santa Catarina justifica todos los años de esfuerzo y sacrificio personal, cada día de trabajo por la protección de las ballenas francas desde que, en aquel lejano día de 1982 en São Francisco do Sul, haber encontrado lo que parecía sólo un tronco flotante se convirtió en el punto de partida para la recuperación de toda una especie en nuestro país.
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Sobre el autor: José Truda Palazzo Jr., escritor y consultor ambiental, fundador del Proyecto Ballena Franca, ex comisionado brasileño ante la Comisión Internacional de Ballenas y ex secretario nacional (interino) de Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente. Oficial superior de conservación del Instituto Brasileño de Conservación de la Naturaleza – IBRACON. Autor de 14 libros y varios artículos científicos y de divulgación, es cofundador y colaborador de organizaciones ambientales en varios países de América Latina y miembro de varios comités de expertos de la Unión Mundial para la Naturaleza – UICN. Website: www.josetruda.wordpress.com. E-mail: josepalazzo@gmail.com
Fuente: JORNAL CABOCLO
Traducción: Richar Enry Ferreira

Productor y documentalista, investigador, escritor, periodista y amigo de la naturaleza.